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En 1879, las islas Ryukyu fueron anexadas por Japón. Durante décadas, los antropólogos japoneses profanaron tumbas y robaron restos humanos ryukyuenses. A través de la eugenesia, la academia quería probar que los japoneses eran superiores a los grupos étnicos conquistados. El saqueo y el almacenamiento de los restos en museos han dañado las prácticas funerarias, el mundo espiritual y la dignidad de los pueblos.
Desde tiempos inmemoriales, los ryukyuenses han habitado las islas de Okinawa, Amami y Sakishima, en el archipiélago de Ryukyu. Históricamente, hablaban varias lenguas, que son ininteligibles para los hablantes del idioma japonés, y practicaban credos diferentes a los del Japón. A pesar de las claras diferencias culturales y que el Reino de Ryukyu era un estado independiente hasta ser anexado por Japón en 1879, hoy los ryukyuenses no son reconocidos como un pueblo indígena ni como una minoría, sino que se los considera un subgrupo dentro del pueblo japonés.
En la década de 1850, el gobierno del Reino de Ryukyu celebró los Tratados de Armonía con Estados Unidos, Francia y Países Bajos. Estos tres países, junto a la Dinastía Qing (actualmente China), reconocieron a Ryukyu como un Estado independiente. Sin embargo, tras la anexión, el gobierno japonés confiscó los bienes del Reino e ignoró los textos de los tratados originales.

Retrato de Shō Shin (1465-1526), el tercer rey del Reino Ryūkyū, cuyo gobierno se caracterizó por la paz y la prosperidad. Foto: Wikipedia

Retrato de Shō Shin (1465-1526), el tercer rey del Reino Ryūkyū, cuyo gobierno se caracterizó por la paz y la prosperidad. Foto: Wikipedia
La expansión del imperio y la profanación de sepulturas
Desde la anexión y colonización, los ryukyuenses han sido discriminados por los japoneses y tratados como ciudadanos de segunda clase. Esta marginación se ha manifestado de diversas formas, una de ellas fue la profanación de tumbas y cementerios ryukyuenses por parte de los académicos japoneses.
En 1929, el profesor Takeo Kanaseki de la Universidad Imperial de Kioto robó los restos humanos de alrededor de 100 personas que se encontraban sepultadas en distintos puntos de las islas de Okinawa. Lo hizo sin tener en cuenta la falta de consentimiento de sus familias o de los residentes. El estudio desarrollado en Ryukyu contó con la supervisión del profesor Buntaro Adachi a través de una beca de investigación otorgada por la Academia Imperial de Japón.
A través de la eugenesia y la medición de los restos humanos, los investigadores y académicos querían probar que los japoneses eran superiores a los ryukyuenses.
Los investigadores y académicos querían probar que los japoneses eran superiores a los ryukyuenses.
Otros dos investigadores de aquella casa de estudios, Muneyoshi Miyake y Eishi Nakayama, analizaron 300 restos humanos de las Islas de Amami. Este robo se realizó bajo la supervisión del profesor Kenji Kiyono de la misma universidad, quien ha “recolectado” cerca de 1.400 restos humanos pertenecientes a los ainus (un pueblo indígena que habita tradicionalmente en el norte de las islas japonesas y lo que hoy es Rusia), ryukyuenses, chinos, coreanos, pueblos indígenas de Taiwán y nativos americanos.
La profanación de los lugares de sepultura y el robo de restos humanos ryukyuenses por los antropólogos japoneses formaron parte del proceso de expansión del imperio japonés: se intentaba desarrollar estrategias para gobernar a los otros grupos étnicos. A través de la eugenesia y la medición de los restos humanos, los investigadores y académicos querían probar que los japoneses eran superiores a los ryukyuenses.

La Universidad de Kioto posee restos extraídos de la tumba de Momojyana, donde están enterrados los miembros de la familia real del Reino de Ryukyu. Foto: Yasukatsu Matsushima

La Universidad de Kioto posee restos extraídos de la tumba de Momojyana, donde están enterrados los miembros de la familia real del Reino de Ryukyu. Foto: Yasukatsu Matsushima
Movimiento por la repatriación de los restos humanos ryukyuenses
En mayo de 2017, como representante de la Sociedad para la Repatriación de los Restos Humanos Ryukyuenses, solicité acceso a la información sobre los restos humanos conservados en la Universidad de Kioto y reclamé su repatriación. Sin embargo, el pedido fue rechazado porque la universidad “no contesta consultas de particulares”.
El 4 de diciembre de 2018, junto a activistas ryukyuenses y familiares de aquellas personas cuyos restos fueron robados por los antropólogos japoneses, se presentó una demanda contra la Universidad de Kioto solicitando la devolución, el pedido de disculpas y una compensación. En la corte, la Universidad insistió, sin fundamento racional alguno, que sus investigadores no habían robado los restos, a pesar de que estas acciones violaban el derecho penal de aquel periodo.
La Sociedad Antropológica de Nipón se negó a repatriar los restos humanos y solicitó continuar con la investigación académica al reconocerlos como “esqueletos humanos antiguos” sujetos a estudio.
La Sociedad Antropológica de Nipón se negó a repatriar los restos humanos y solicitó continuar con la investigación académica.
En julio de 2019, en su “Carta Rogatoria” a la Universidad de Kioto, la Sociedad Antropológica de Nipón rechazó repatriar los restos humanos y solicitó continuar con la investigación académica al reconocerlos como “esqueletos humanos antiguos” sujetos a estudio. Por el contrario, lejos de ser objetos de investigación, los restos son sagrados y deben someterse a los rituales de sus pueblos.
La Sociedad Antropológica de Nipón, llamada originalmente “Amigos de la Antropología”, se fundó en 1884 y estaba conformada por diez investigadores académicos, incluido Shogoro Tsuboi, antropólogo físico de la Universidad Imperial de Tokio. En 1903, esta Sociedad causó el llamado “Incidente del Pavillon Académico Antropológico” cuando puso en exhibición a ryukyuenses, ainus e integrantes de pueblos indígenas en Taiwán. Al día de hoy, esta organización no ha revisado el incidente ni se ha disculpado. En su carta en apoyo a la Universidad de Kioto, la Sociedad demuestra que la mentalidad colonialista todavía persiste en su idiosincrasia.

Escena de Nidō tekiuchi, un drama basado en la historia de Amawari, quien levantó una insurgencia en el siglo XV y fue vengado por los hijos huérfanos de su adversario. Foto: Teatro Nacional de Okinawa

Escena de Nidō tekiuchi, un drama basado en la historia de Amawari, quien levantó una insurgencia en el siglo XV y fue vengado por los hijos huérfanos de su adversario. Foto: Teatro Nacional de Okinawa
El colonialismo en la justicia y en la universidad
El 21 de abril de 2022, la Corte de Distrito de Kioto resolvió que la Universidad de Kioto podía utilizar esos restos humanos de manera indefinida para llevar a cabo sus estudios académicos. Los jueces no presentaron un razonamiento claro para justificar que los investigadores tuvieran más derecho sobre los restos ancestrales que los ryukyuenses que solicitan su repatriación. Los magistrados tampoco consideraron el contexto histórico del robo enmarcado en la colonización y el anexo del Reino de Ryukyu.
Fundamentalmente, no reconocieron a los ryukyuenses como pueblos indígenas a pesar de las repetidas recomendaciones realizadas al gobierno japonés por el Comité de Derechos Humanos y el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de las Naciones Unidas en 2008 y 2018 respectivamente. Como consecuencia de esta decisión injusta arbitraria, se presentó una apelación ante el Tribunal Máximo de Osaka solicitando la devolución de los restos humanos a sus tumbas originales.
Los jueces no presentaron un razonamiento claro para justificar que los investigadores tuvieran más derecho sobre los restos ancestrales que los ryukyuenses que solicitan su repatriación.
Los jueces no presentaron un razonamiento claro para justificar que los investigadores tuvieran más derecho sobre los restos ancestrales que los ryukyuenses.
Al mismo tiempo, se está tramitando otra demanda de repatriación contra el Consejo de Educación de Prefectura de Okinawa porque, en marzo de 2019, la Universidad Nacional de Taiwán le transfirió los restos de 63 personas ryukyuenses. Este actuar fue apoyado por Chiwas Ali, un integrante del pueblo indígena Atayal de Taiwán y miembro de la legislatura taiwanesa, y por la Sociedad de Estudio Chino Ryukyu. Estos restos humanos son parte de un robo perpetrado en 1929 por Takeo Kanaseki, quien los compró a la entonces Universidad Imperial de Kioto para la Universidad Imperial de Taipéi (más tarde, la Universidad Nacional de Taiwán).
Más o menos al mismo tiempo, la Universidad Nacional de Taiwán devolvió los restos de 64 cuerpos al pueblo Bunun, un pueblo indígena de Taiwán. Luego de aceptarlos, los bunun procedieron a enterrarlos nuevamente.

Ryukyuenses rezando delante del Museo de la Universidad de Kioto que guarda los restos ancestrales. Foto: Yasukatsu Matsushima

Ryukyuenses rezando delante del Museo de la Universidad de Kioto que guarda los restos ancestrales. Foto: Yasukatsu Matsushima
Cuando la ciencia no respeta los derechos indígenas
A diferencia del caso de los restos bunun, los descendientes ryukyuenses fueron excluidos del proceso de confección del “Acuerdo de Transferencia de Restos Humanos de Okinawa” y, su repatriación y nuevo entierro fueron denegados. Firmado entre la Universidad Nacional de Taiwán, el Consejo de Educación de Prefectura de Okinawa y el Consejo de Educación de la Aldea Nakijin, el acuerdo describía a estos restos como una “herencia cultural significativa para la humanidad” y permitía que los investigadores de la Universidad Nacional de Taiwán siguieran estudiándolos luego de ser transferidos a la Prefectura de Okinawa. Por lo tanto, la universidad mostró estándares muy diferentes a la hora de tratar los restos humanos de los bunun y los ryukyuenses.
En julio de 2020, ignorando los pedidos de repatriación y de entierro de los familiares de los difuntos, el Consejo de Educación de Prefectura de Okinawa midió e investigó de manera ilegal estos restos humanos sin el consentimiento de sus familias. En la actualidad, la Universidad de Kioto y el Consejo de Educación de Prefectura de Okinawa conservan los restos de los ancestros ryukyuenses en depósitos y los utilizan como especímenes para seguir profundizando las políticas de integración.
La prohibición de hacer ceremonias tradicionales en lenguas indígenas para honrar a los restos humanos viola la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
La prohibición de hacer ceremonias tradicionales en lenguas indígenas viola la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas.
En varias oportunidades, los descendientes de las personas cuyos restos se encuentran almacenados por instituciones educativas y por autoridades japonesas solicitaron permisos para llevar a cabo ceremonias tradicionales y espirituales con el propósito de honrar a sus ancestros utilizando lenguas indígenas. Sin ningún tipo de compasión, las autoridades han rechazado continuamente estos pedidos. Por lo tanto, las ceremonias se tuvieron que realizar en las carreteras cercanas a los depósitos.
La prohibición de hacer ceremonias tradicionales en lenguas indígenas para honrar a los restos humanos viola la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Especialmente, el artículo 13, que hace referencia al derecho a transmitir las historias, idiomas y tradiciones orales; y el artículo 12 que especifica el derecho de mantener las tradiciones y costumbres religiosas, así como la repatriación de los restos humanos.

Los ryuyukenses protestan contra la Universidad de Kioto por la devolución de los restos. Fuente: The Mainichi

Los ryuyukenses protestan contra la Universidad de Kioto por la devolución de los restos. Fuente: The Mainichi
Por la paz del mundo espiritual ryukyuense
El robo de las sepulturas, el almacenamiento de los restos de nuestros ancestros y las investigaciones de las instituciones académicas han dañado profundamente nuestras prácticas funerarias, el mundo espiritual, la paz mental y la dignidad de nuestros pueblos.
Nosotros, los ryukyuenses, siempre hemos utilizado nuestras lenguas para orar a los espíritus en las ceremonias tradicionales, para hacer las paces con los dioses y para pedir protección. Creemos en los “dioses de huesos”, que son los espíritus de nuestros ancestros que habitan dentro de los restos humanos y que nos protegen luego de la muerte.
Nosotros, los ryukyuenses, vivimos bajo un gobierno colonial, pero incluso luego de morir e ir al Nirai Kanai (el más allá ryukyuense) enfrentamos el colonialismo japonés porque conservan nuestros restos. Nos fuerzan a vivir bajo un “colonialismo académico”, en el cual la Universidad de Kioto y el Consejo de Educación de Okinawa pueden negar las plegarias y los rituales que le ofrecemos a los restos humanos de nuestros ancestros.
El movimiento por la repatriación de los restos humanos ancestrales de los pueblos indígenas se denomina “Volver a casa”. Al regresar esos restos a sus tumbas originales y practicar los rituales necesarios, los Mabui (espíritus) ryukyuenses descansarán en paz, y se restaurará el orden en el mundo espiritual. Hasta ese entonces, nunca se logrará la paz de los espíritus.
Yasukatsu Matsushima es activista de los derechos de los pueblos indígenas y profesor de la Universidad Ryukoku. Para contactarlo: matusima@econ.ryukoku.ac.jp
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