Presa por buscar el paradero de su hermana y por luchar por los 43 estudiantes de Ayotzinapa

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Hace cinco años y medio, Lucía Baltazar Miranda se encuentra en prisión preventiva sin fundamentos. Antes de su detención, la joven indígena era una activa militante por el esclarecimiento de la causa de los normalistas y se encontraba en plena búsqueda de su hermana. En América Latina, las cárceles tienen color y en México se observa un aumento de la criminalización a defensores de derechos.

Hace cinco años y medio, Lucía Baltazar Miranda se encuentra en prisión preventiva sin fundamentos. Antes de su detención, la joven indígena era una activa militante por el esclarecimiento de la causa de los normalistas y se encontraba en plena búsqueda de su hermana. En América Latina, las cárceles tienen color y en México se observa un aumento de la criminalización a defensores de derechos.

Desde el 9 de octubre de 2015, Lucía Baltazar Miranda, una joven activista del pueblo Nahua de Guerrero, México, se encuentra presa en forma preventiva bajo la acusación de delincuencia organizada y tráfico de migrantes. Hasta el momento, la Fiscalía General no ha podido presentar testigos en su contra ni acreditar los delitos que se le imputan. Al momento de su detención en la Ciudad de México, Lucía intentaba averiguar el paradero de su hermana Alejandra que se encontraba detenida, y reclamaba justicia por los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa.

El caso de Lucía es uno más entre las detenciones arbitrarias por motivos políticos. A propósito, el informe Defender los derechos humanos en México: la represión política, una práctica generalizada de la Acción Urgente Para Defensores de Derechos Humanos señala: “La detención arbitraria sigue siendo el mecanismo más usado para frenar, sobre todo, el derecho humano a la protesta y para criminalizar a los defensores de los derechos humanos; seguido de las agresiones y ataques (que se incrementándose sostenidamente), la ejecución extrajudicial y la desaparición forzada se mantienen, más o menos, en los mismos rangos”.

Las irregularidades del sistema penal mexicano se acumulan. Además de ser un ejemplo de la criminalización de la protesta social, Lucía ha sufrido distintas violaciones a sus derechos: sufrió tortura física, psicológica y sexual durante sus detenciones; no contó con un intérprete que conozca su lengua originaria durante gran parte de su proceso; su orden de aprehensión fue emitida 2 años y 11 meses después de su detención; y su confesión fue obtenida mediante tortura. Además, permanece en la cárcel bajo prisión preventiva, hecho que no debería prolongarse por más de dos años según la Constitución mexicana.

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Con el apoyo del Colectivo Liquidámbar y el Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad, Lucía y su hermana solicitaron su libertad mediante la Ley de Amnistía. Foto: Buzos.

En estos cinco años y medio, Lucy, como la llaman sus amigos y amigas, permaneció en distintos centros de detención, todos lejos de su hogar y su familia: el Cefereso 4 de Tepic Nayarit, el Cefereso 16 de Morelos y al reclusorio Femenil de Tanivet en Oxaca. Esta situación dificulta que su familia la pueda acompañar y visitar, además de representar un costo muy alto para sus allegados. En el marco de la emergencia sanitaria, Lucía tampoco pudo contar con el beneficio de la Ley de Amnistía ante el COVID-19.

Al momento de la privación de su libertad, Lucía estaba a punto de graduarse como Licenciada en Arte por la Universidad Autónoma de Guerrero con un promedio de 9,3 sobre 10. Durante sus estudios, Lucía fue beneficiada con becas gracias a sus calificaciones y también recibió distintos premios. Además, era conocida por su activa militancia por los derechos culturales y, especialmente, por el caso de los estudiantes de Ayotzinapa. Sus allegados consideran que su detención ha sido una forma de acallar el reclamo.

Dos grandes hechos confluyen en esta historia. Por un lado, el aumento de la criminalización social a los defensores de los derechos humanos en México. Por otro lado, en América Latina la cárcel tiene color como dice la antropóloga Rita Segato. En prisión, Lucía perdió su nombre. Ahora es identificada con el número de su expediente: el 2.387. Como parte de su resiliencia, su refugio son la pintura y la poesía.

Sueño
Los días melancólicos se aferran a mi espera.
Desgarra el hastío,
fastidio es muerte.
Provocó en mí un vómito
mordiéndome desnuda,
mordiéndome al alba
con la agonía en un expediente.
Resisto y me sostengo en pie,
mostrando mi pelvis desnuda.
Tartamudeo como un animal cazado;
ya no me siento tan fuerte
y repito a mis adentros
el coraje que me preña en un aire de noche.
Cien manos se clavan en mi cuerpo,
ocultan mi indefinible silencio.
Se erige un mar a mis piernas,
un océano en la loza
hace varios caminos y miro la vereda
y me pierdo sucia en un rincón
esperando.

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La pintura le permitió a Lucy definirse como persona y reconocerse dentro de prisión. Además, enseña pintura a sus compañeras privadas de la libertad.