Como aprendices de brujo: el rechazo a la plurinacionalidad en Chile

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Durante dos años, la Convención Constituyente nacida de las protestas de 2019 redactó un nuevo texto que prometía ser el más avanzado de América Latina. Un Estado social de derecho, el reconocimiento a los pueblos indígenas y, la inclusión de los derechos colectivos, de la naturaleza y de la mujer abrían un horizonte de sentido que generaban esperanza en la región. Sin embargo, en el plebiscito de salida, dos tercios de los chilenos votaron en contra de la nueva Constitución que iba a dejar atrás a la de Pinochet. Elitismo, falta de trabajo territorial y baja popularidad del gobierno y los constituyentes asoman como algunas de las razones para una derrota que amenaza con frenar el avance de derechos en el país.

Durante dos años, la Convención Constituyente nacida de las protestas de 2019 redactó un nuevo texto que prometía ser el más avanzado de América Latina. Un Estado social de derecho, el reconocimiento a los pueblos indígenas y, la inclusión de los derechos colectivos, de la naturaleza y de la mujer abrían un horizonte de sentido que generaban esperanza en la región. Sin embargo, en el plebiscito de salida, dos tercios de los chilenos votaron en contra de la nueva Constitución que iba a dejar atrás a la de Pinochet. Elitismo, falta de trabajo territorial y baja popularidad del gobierno y los constituyentes asoman como algunas de las razones para una derrota que amenaza con frenar el avance de derechos en el país.

Und sie laufen! Naß und nässer
Wird’s im Saal und auf den Stufen.
Welch entsetzliches Gewässer!
Herr und Meister! hör mich rufen! —
Ach, da kommt der Meister!
Herr, die Noth ist groß!
Die ich rief, als Geister,
Werd’ ich nun nicht los.
Der Zauberlehrling – Goethe

El 4 de julio de 2021, la Convención Constitucional de Chile comenzó a redactar una nueva constitución. Después de un año, la propuesta fue rechazada categóricamente por el 62 por ciento de la población. Según un informe realizado por IPSOS y Espacio Público, dos de los principales motivos del rechazo fueron la inclusión de los sistemas de justicia indígenas y la definición del Estado como plurinacional. Incluso llegó a ser la primera mención del rechazo la referencia al riesgo que corría Chile de dividirse con la plurinacionalidad. De hecho, “pueblos originarios” fue la tercera búsqueda más realizada en Google Chile (después de los temas pensiones y aborto) durante la semana previa al plebiscito. Lo más singular fue que las comunas con mayor porcentaje de población indígena mostraron niveles de rechazo marcadamente mayores al nacional.

Con la derrota del plebiscito de salida se rechazó un texto que contenía un reconocimiento de derechos colectivos como la libre determinación, el derecho a la tierra y a la representación especial, las autonomías territoriales y el pluralismo jurídico. Qué fue lo que sucedió para que la propuesta de plurinacionalidad fuera rechazada, después de un año en que la Convención Constitucional se había identificado claramente con la plurinacionalidad y su concreción en Chile parecía viable.

Creemos que podemos explicar este complejo y rotundo resultado negativo considerando que los representantes indígenas actuaron como verdaderos aprendices de brujo –en el sentido del poema de Goethe– con las ideas de plurinacionalidad, pero no pudieron dominar las fuerzas que entraron en juego, naufragando y ayudando a naufragar a una propuesta constitucional transformadora, aunque lastrada con problemas en muchos otros aspectos. Para sostener esto, vamos a considerar las razones ya esbozadas por el mundo indígena en el debate inmediatamente posterior.

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El 62% de la sociedad rechazó un texto que reconocía derechos colectivos como la libre determinación, el derecho a la tierra, las autonomías y el pluralismo jurídico. Foto: Agencia Uno / El Mostrador

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El 62% de la sociedad rechazó un texto que reconocía derechos colectivos. Foto: Agencia Uno / El Mostrador

El elitismo de la noción de plurinacionalidad

La antropóloga mapuche Natalia Caniguan señaló tempranamente: “El concepto de plurinacionalidad y lo que se articuló en torno a él, fue una discusión muy elitista, centrada en la dirigencia, en una intelectualidad indígena y no indígena que no tuvieron la capacidad de llevar a los territorios”. Esto se apoyaba también en estudios que daban cuenta de que la opinión pública prefería el concepto de multiculturalidad o mostraban muy poco apoyo para la plurinacionalidad.

La plurinacionalidad es un concepto que algunas organizaciones indígenas adoptaron a principios de la década pasada. En particular, los alcaldes mapuche tomaron este concepto de los debates en Bolivia y Ecuador para llevarlo al contexto indígena en Chile. A partir de 2015, varios sectores intelectuales del país se sumaron a pensar la plurinacionalidad.

Ahí está la clave del fracaso de la plurinacionalidad en Chile: el proceso político no logró una base popular efectiva.

Ahí está la clave del fracaso de la plurinacionalidad en Chile: el proceso político no logró una base popular efectiva.

El discurso de la plurinacionalidad consistía en levantar un referente político indígena que reclamara las deudas históricas que el Estado chileno no había abordado ni en su constitución ni en su sistema jurídico, como una vía política que se diferenciaba de la vía de la violencia reivindicada por los grupos radicalizados. A comienzos de 2010, el polo político-institucional del mundo indígena estaba más bien deprimido frente a la expansión sostenida de la violencia política de reivindicaciones étnicas.

Si bien la acusación de elitismo sintoniza con el discurso populista detrás del rechazo, esto solo apunta a algo bastante común en los procesos políticos movidos por ideas: primero se formulan las ideas y luego se expanden en la medida en que un proceso político gana cuerpo. En consecuencia, el proceso político debe usar las ideas como imanes de apoyo, darles un sentido concreto mientras se ganan nuevos apoyos y, movilizar organizacional y comunicativamente una base de respaldo.

Precisamente ahí está la clave del fracaso de la plurinacionalidad en Chile: el proceso político no logró una base popular efectiva.

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El proceso político constituyente no logró consolidar las bases para ser respaldado por la ciudadanía. Foto: Francisco Godinez Galay

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El proceso político constituyente no logró consolidar las bases para ser respaldado por la ciudadanía. Foto: Francisco Godinez Galay

Falta de trabajo territorial y comunicación política

El historiador Claudio Alvarado Lincopi y el filósofo Martín Llancamán resaltan “la falta de instrumentos políticos donde se articulen los procesos organizativos y territoriales con las disputas políticas institucionales y democráticas”. Esto es bastante evidente en cuanto a que el proceso constituyente, a contrapelo de lo que se esperaba en la etapa de preparación, no resultó en un incremento de la coordinación entre las organizaciones indígenas en Chile, sino todo lo contrario.

Más bien, el proceso constituyente atestiguó e incrementó dos dinámicas que han debilitado a las organizaciones indígenas. Por un lado, la fragmentación y los quiebres internos de los escaños indígenas que se materializaron tanto en la incapacidad de fijar una agenda conjunta como en las discusiones internas fratricidas que se exteriorizaban a través de funas (escraches). Por otro lado, una alineación estratégica con las perspectivas de otras agrupaciones políticas, antes que con los intereses de los pueblos originarios.

Se trató de un proceso político ciego, en el que no se construyeron vasos comunicantes reales con los territorios ni con el mundo indígena rural y urbano.

Se trató de un proceso político ciego, en el que no se construyeron vasos comunicantes reales con los territorios ni con el mundo indígena rural y urbano.

Al mismo tiempo, nunca existió un acompañamiento de las organizaciones indígenas al proceso constituyente y todo pareció quedar monopolizado en la iniciativa política de los 17 escaños reservados indígenas electos para la Convención. Tampoco existió una sintonía entre las organizaciones indígenas y el trabajo de los escaños: la mala organización de la consulta indígena, el desatendimiento de sensibilidades indígenas más conservadoras y la falta de una estrategia política más amplia para convencer a la ciudadanía se revelan como factores decisivos que enclaustraron a los constituyentes indígenas en una burbuja.

En consecuencia, la afirmación de que los plebiscitos de salida no suelen rechazar las propuestas de una Asamblea Constituyente resultó rotundamente falsa para el caso de Chile. Se trató de un proceso político ciego, en el que no se construyeron vasos comunicantes reales con los territorios ni con el mundo indígena rural y urbano. La falta de una preparación efectiva de un trabajo electoral de campaña para defender las propuestas constitucionales fue un corolario de lo anterior.

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Los escaños indígenas no lograron trabajar junto a las organizaciones ni desarrollaron una estrategia para sumar el apoyo de la sociedad chilena no indígena. Foto: Debates Indígenas

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Los escaños indígenas no lograron trabajar junto a las organizaciones ni desarrollaron una estrategia para sumar el apoyo de la sociedad chilena no indígena. Foto: Debates Indígenas

Un significante vacío rellenado por incertidumbre

Lejos de convertirse en una causa del mundo indígena y del resto de la ciudadanía, el concepto de plurinacionalidad se convirtió en un significante vacío rellenado por temor e incertidumbre. La falta de un programa claro de transformación constitucional y la ausencia de un liderazgo efectivo terminaron apartando a la ciudadanía de un proceso que había apoyado masivamente en 2020. El proceso político anterior al proceso constituyente había permitido, en los primeros meses, posicionar a la plurinacionalidad como parte de un nuevo lenguaje político. Sin embargo, el tono refundacional elegido dejó en un segundo plano los contenidos concretos de la plurinacionalidad en cuanto a derechos, instituciones y principios constitucionales.

La plurinacionalidad es un debate que corre en tres dimensiones: en cómo el Estado modifica su forma (sin romperse) para acomodar la diversidad étnico-cultural existente; en el cuestionamiento cultural a la colonialidad, la destrucción y la invisibilización de los pueblos originarios; y en un paraguas que cubre y permite impulsar los derechos de libre determinación, las autonomías, a las tierras, a la identidad, lengua y patrimonio cultural. Mientras la primera dimensión quedó completamente oculta, la tercera fue solapada por una retórica decolonial que exaltaba el cuestionamiento de la dominación cultural sobre los pueblos originarios.

La falta de un programa claro de transformación constitucional y la ausencia de un liderazgo efectivo terminaron apartando a la ciudadanía de un proceso que había apoyado masivamente en 2020.

La falta de un programa claro de transformación constitucional y la ausencia de un liderazgo efectivo terminaron apartando a la ciudadanía.

El discurso protagonizado por los escaños indígenas no le propuso a la ciudadanía chilena no indígena una convivencia mejor que la actual. Sin ese elemento de reconciliación, predominó un cuestionamiento a las heridas de la colonización que fue leído como un esencialismo de grupos minoritarios. Ello hizo verosímil las narrativas sobre los peligros divisionistas de las políticas de identidad, algo que fue alimentado por los mismos escaños indígenas. Al mismo tiempo, tampoco les hablaron al mundo indígena ya que los derechos e instituciones propuestas carecían de la determinación que hiciera visible sus ventajas.

La propuesta de autonomía territorial no contemplaba la determinación de sus competencias ni su relación con los otros poderes estatales. En un país con poca experiencia en pluralismo jurídico, los sistemas judiciales indígenas se elevaban a un pie de igualdad con el sistema judicial chileno, pero sin establecer sus límites ni una propuesta de gradualidad en su construcción. En el caso del derecho a la propiedad de las tierras indígenas no se construyó un sistema de implementación que ofreciera garantías y certidumbres a los chilenos no indígenas al momento de llevar adelante el proceso de demarcación y las propuestas de restitución. Finalmente, el consentimiento indígena –por arriba de la consulta– se presentó como una camisa de fuerza para todos los emprendimientos que pudieran afectar a los pueblos originarios. Todo esto se convirtió en la llave maestra y en un símbolo para quienes rechazaron la nueva constitución.

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El tono refundacional dejó en un segundo plano los contenidos concretos de la plurinacionalidad en cuanto a derechos, instituciones y principios constitucionales. Foto: Leonardo Chandía / Agencia UNO

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El tono refundacional dejó en un segundo plano los contenidos concretos de la plurinacionalidad en cuanto a derechos, instituciones y principios constitucionales. Foto: Leonardo Chandía / Agencia UNO

Los miedos ante la violencia política

Un aspecto hasta ahora completamente ausente de los balances es el impacto profundo que generó la violencia étnico-política y los discursos de sus adherentes en la ciudadanía. La ausencia de este análisis en la autocrítica del mundo indígena es sintomática. El sector de grupos radicalizados del pueblo Mapuche (que ha sostenido una estrategia de violencia política desde 1997) repudió al proceso constituyente, a la vía político-institucional y a los escaños indígenas desde el estallido social. Sostuvieron la ilegitimidad del proceso y confirmaron que continuarían con la violencia política.

Sin embargo, los protagonistas indígenas de la Convención no realizaron ninguna demarcación clara respecto de estos sectores radicalizados. Se afirmó que constituían una vía “diferente”, sin más, pero sin cuestionar la legitimidad de la violencia política. Mientras la entonces presidenta de la Convención Constituyente, Elisa Loncon, manifestó que no tenía “el estándar de Mandela para pedir que bajen las armas”, la mayoría de los escaños indígenas evitó hacer un llamado a deponer la violencia política.

De este modo, se perdió una determinación ética relevante para la autocomprensión de la vía político-institucional que los escaños representaban. Así es como los escaños no comprendieron los temores crecientes del mundo chileno no indígena ante la escalada de la violencia política en los últimos años y el sentimiento de rechazo mayoritario del mundo indígena ante las estrategias de violencia.

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La mayoría de los escaños indígenas evitó cuestionar la creciente violencia política en La Araucanía. Foto: La Tercera

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La mayoría de los escaños indígenas evitó cuestionar la creciente violencia política en La Araucanía. Foto: La Tercera

Baja popularidad y política del algoritmo

Hay elementos comunes al fracaso de todo el proceso constituyente: la performance de la convención, la baja popularidad del gobierno, la indeterminación de la política indígena y el posicionamiento “anticonvención” de los medios masivos de comunicación.

Los escaños indígenas contribuyeron con varias declaraciones al comportamiento amateur de gran parte de los convencionales: criticaron los símbolos patrios, se mostraron desunidos y evidenciaron un bajo dominio de los temas constitucionales. Todo esto fue aprovechado y magnificado por los medios de comunicación. En el mismo sentido, la retórica fundacional y el maximalismo fue alimentado tanto por los representantes indígenas como por los otros convencionales.

Tampoco se puede soslayar que la baja sostenida de la popularidad de la convención corrió de modo paralelo a la baja de popularidad del gobierno actual, proclive a la Convención.

La baja sostenida de la popularidad de la convención corrió de modo paralelo a la baja de popularidad del gobierno actual.

Tampoco se puede soslayar que la baja sostenida de la popularidad de la convención corrió de modo paralelo a la baja de popularidad del gobierno actual, proclive a la Convención, desde su entrada. En particular, las dificultades para consolidar una política indígena y para sustituir el clima de violencia por uno de diálogo fueron factores concomitantes que no se deben desconsiderar.

Finalmente, el caso chileno se suma al Brexit, a la elección de Donald Trump y al rechazo al Acuerdo de Paz en Colombia como ejemplo de la política del algoritmo en las campañas electorales, a partir del uso de la big data y las redes sociales. Sin embargo, hay que destacar que el rechazo rotundo al plebiscito constitucional de salida no hubiese sido posible sin los problemas en el texto y en la elaboración constitucional. En cualquier caso, el uso político de dichas herramientas de desinformación era bastante previsible; tanto como el esfuerzo para reposicionar a los indígenas como un enemigo interno en Chile.

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La baja sostenida de la popularidad de la convención corrió de modo paralelo a la baja de popularidad del gobierno actual. Foto: Facebook Gabriel Boric

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El gobierno de Boric tuvo dificultades para consolidar una política indígena. Foto: Facebook Gabriel Boric

Como aprendices de brujo

Tanto los escaños indígenas como quienes los apoyaron en unos u otros momentos (entre los que me incluyo) soñaron con una transformación estructural en las relaciones entre el Estado chileno y los pueblos originarios. En la embriaguez de dicho sueño se cometieron muchos errores y no se tomaron las estrategias adecuadas para asegurar la transformación o al menos, el comienzo de ella.

Como sucede con los aprendices de brujo, no se tuvo la capacidad para dominar las fuerzas que había que orientar para conseguir la transformación anhelada. Y el resultado demostró un rechazo a raíz del impacto negativo de las ideas y fuerzas que se desataron con el impulso plurinacional del proceso constituyente chileno que se inició en 2020 y que concluyó el 4 de septiembre de 2022.

Las derivaciones desastrosas para las demandas de reconocimiento de derechos indígenas están a la vista. La posibilidad de los pueblos originarios en Chile de sortear las dificultades del reconocimiento en un eventual nuevo proceso constituyente está aún por verse. Eso lo dirá la historia.

Salvador Millaleo

Salvador Millaleo es abogado, sociólogo Mapuche y profesor de la Universidad de Chile.