El viaje de los ancestros maoríes y moriori: del comercio ilícito a la repatriación guiada por comunidades indígenas

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Entre los siglos XVIII y XIX, los viajeros y militares que llegaron a las costas de Nueva Zelanda profanaron sitios sagrados y sustrajeron una gran cantidad de restos humanos y de Toi mokos, es decir, las cabezas tatuadas y preservadas. Ya en el siglo XX, la cooperación entre las comunidades y los Estados permitió acordar una estrategia para repatriar los restos humanos exhibidos en los museos europeos. Hasta el momento, ya se han restituido más de 700 ancestros desde 14 países de Europa, América del Norte y la región de Asia-Pacífico. El Museo Te Papa Tongarewa ha jugado un rol central en este proceso.

Desde principios del siglo XX, la repatriación de restos humanos y la restitución de la herencia cultural de las comunidades indígenas se ha convertido en un tema cada vez más importante, tanto para las instituciones culturales como para las comunidades. Desde la perspectiva de los derechos humanos, la repatriación y la restitución son de suma importancia porque significa reconocer el derecho de los pueblos indígenas a tener acceso y control sobre su herencia cultural. En especial, en situaciones donde la colonización implicó el robo de tāonga (objetos preciados) o de los restos de sus ancestros, sin el consentimiento de las comunidades afectadas y en violación de sus derechos.

Durante generaciones, los maoríes y los moriori del Pacífico Sur han luchado para conseguir que los restos de sus ancestros que se encontraban en museos y universidades de todo el mundo fueran devueltos a sus pueblos de origen. En la mayoría de los casos, las peticiones y apelaciones para conseguir algo de justicia y recuperar la dignidad han encontrado resistencia. Sin embargo, a pesar de los contratiempos, su compromiso no ha disminuido y su relación con las instituciones y los gobiernos está dando grandes pasos hacia la reconciliación. En efecto, a la fecha, ya se han repatriado más de 700 ancestros.

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Maui Solomon colocando el kakahu (capa) sobre los karapuna (antepasados) en la ceremonia de repatriación del Museo de Historia Natural de Londres en junio de 2022. Foto:Natural History Museum

El robo ilícito y el tráfico de ancestros

Los restos sagrados de los miembros de la comunidad maorí y moriori han sido codiciados por los extranjeros desde la primera expedición del Capitán Cook, en 1769, que trajo al buque Endeavour a las costas de Aotearoa, Nueva Zelanda. El 20 de enero de 1770, Joseph Banks, el botánico que se encontraba a bordo, adquirió una Toi moko: una cabeza maorí tatuada y preservada a cambio de un par de viejos calzones blancos de lino. Este episodio fue el primero de un gran número de intercambios de Toi moko a comienzos del siglo XIX, lo cual permitió que los maoríes obtuvieran mercancías europeas como los mosquetes. Los primeros exploradores europeos tenían un deseo insaciable de coleccionar la mayor cantidad de objetos posibles de estos nuevos lugares exóticos, especialmente, en adquirir curiosidades como las Toi moko.

Entre 1877 y 1889, el taxidermista y prolífico saqueador de tumbas austríaco, Andreas Reischek, viajó a lo largo de Aotearoa y recopiló una gran colección de plantas, pájaros, restos humanos y tāonga. No fue sino hasta la muerte de Reischek que salieron a la luz las pruebas concretas del saqueo de sepulturas sagradas. En 1924, su hijo, también llamado Andreas Reischek, publicó el libro Sterbende Welt. Zwolf Jahre Forscherleben auf Neuseeland (“Un mundo agonizante: doce años en la vida de un explorador de Nueva Zelanda”), basado en los diarios de su padre y en los manuscritos que no había podido publicar antes de su muerte en 1902.

En todos los casos que terminan en la partida de los restos ancestrales y Toi moko, es esencial considerar que se trata de un robo en un contexto amplio de colonialismo y supremacismo blanco.

En uno de los pasajes que evidencia la flagrante indiferencia y falta de respeto, Reischek describe cómo recolectó restos humanos aun sabiendo que iba en contra del tapu, (las restricciones sagradas): “El hijo del granjero me llevó a otro cementerio, pero me dejó que investigara solo ya que los nativos amenazan con quitarle la vida a cualquiera que violase el tapu de las sepulturas. Aquí, en la primera cueva, encontré cuatro calaveras completas y muchos huesos rotos. A pesar de mis esfuerzos, no logré armar un esqueleto entero. Al cavar, hallé un adorno forjado en el hueso de una pierna. De un lado, tenía representado un rostro, y del otro, la cabeza de un lagarto. En una apertura, encontré los restos en descomposición de una camilla hecha con ramas de manuka unidas por esteras y una pila de huesos”.

En todos los casos que terminan en el saqueo de los restos ancestrales y Toi moko, es esencial considerar que se trata de un robo en un contexto amplio de colonialismo y supremacismo blanco. Mientras que el comercio de Toi moko involucraba tanto a nativos como a extranjeros, un fuerte sentido de injusticia acompañaba estos intercambios. En el caso de los cientos de restos maoríes y moriori robados de sus sagradas sepulturas, la corona inglesa y sus representantes no cumplieron con su deber moral y legal de proteger y preservar los derechos de sus súbditos.

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Portaretrato del saqueador de tumbas Andreas Reischek y una imagen con su equipo de expedición alrededor de 1890. Foto: Museo de Etnología de Viena

Las Toi moko comienzan a retornar a casa

Los intentos de los maoríes y los moriori por reclamar los restos de sus ancestros y buscar justicia han persistido por más de un siglo. En 1830, en la Bahía de las Islas, al norte de Nueva Zelanda, y como parte de un intercambio de bienes que tuvo un resultado terrible, el capitán Jacks de la goleta Prince of Denmark entregó 14 Toi moko a un grupo de maoríes locales. Cuando los indígenas reconocieron que las Toi moko pertenecían a sus familiares, atacaron al marino hasta provocar su huída.

Poco después, Jacks llegó a Sídney, donde fue visitado por un líder maorí que también reconoció a sus familiares. El líder informó a su anfitrión, el reverendo Samuel Marsden, que buscaba una retribución. Como consecuencia, Marsden presentó una solicitud a las autoridades británicas que residían en el país y al gobernador Darling, quienes en 1831 emitieron una orden que prohibía de manera efectiva el tráfico y el comercio de Toi moko a través de Sidney.

Tras un proceso de negociación exitoso, en 2015, los restos ancestrales de 64 individuos maoríes y moriori recibieron finalmente la bienvenida en su hogar mediante una ceremonia celebrada en el Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa.

Los intentos de los pueblos Maorí y Moriori de retornar los restos de sus ancestros a su hogar persistieron durante gran parte del siglo XX e incluyeron dos solicitudes al gobierno de Nueva Zelanda. La primera, en 1945 y la segunda, en 1946. Si bien estas acciones obtuvieron un éxito muy limitado, se realizaron tres repatriaciones desde Austria que incluían restos humanos robados por Reischek.

En 1985, se restituyó la cabeza preservada del líder tainui Tūpāhau, la cual fue enterrada en Taupiri, la montaña sagrada de su pueblo. El segundo caso ocurrió 30 años más tarde, luego de que el Programa de Repatriación Karanga Aotearoa presentara un reclamo formal en 2013 ante el el Museo de Etnología de Viena. Finalmente, tras un proceso de negociación exitoso, en 2015, los restos ancestrales de 64 individuos maoríes y moriori robados por Reischek fueron devueltos a su hogar mediante una ceremonia celebrada en el Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa. Otros restos humanos de la colección de Reischek, que se encontraban en el Museo de Historia Natural de Viena, también fueron repatriados tras un acuerdo con el gobierno australiano.

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En 2012, el Equipo de Repatriación recuperó 20 Toi moko maoríes que habían sido llevadas a Europa entre los siglos XVIII y XIX. Foto:Marty Melville / AFP

Reconocimiento del Estado y apoyo a la repatriación dirigida por indígenas de Aotearoa

Reconocimiento del Estado

El apoyo del Estado a las iniciativas indígenas ha creado las condiciones para devolver la dignidad y el respeto a las comunidades maoríes y moriori contemporáneas. Lograr un estado de balance y armonía es un principio cultural básico para estos pueblos y, contar con el mandato y los recursos para alcanzar este equilibrio ha sido fundamental para el éxito del movimiento de repatriación de Aotearoa.

Un momento decisivo, que fundó las bases de la repatriación indígena moderna en Aotearoa, fue el éxito de la exhibición internacional Te Māori (1984-1987). Esta muestra de arte, que incluso llegó al Museo Metropolitano de Arte de New York, no sólo estableció un perfil internacional para la cultura maorí, sino que también creó mejores condiciones para que el pueblo pudiera dialogar con instituciones internacionales sobre las repatriaciones.

A pesar de que hay muchos individuos que han abogado activamente en pos de la repatriación, un enfoque más sistemático empezó con la investigación y las negociaciones llevadas a cabo en los años ‘90 por Māui Pōmare, quien ocupó el cargo de Presidente del Consejo del Museo Nacional de Nueva Zelanda. El legado de su trabajo puede evidenciarse aún hoy ya que fue el responsable de establecer el wāhi tapu (depósito santificado) del Te Papa para los restos ancestrales. Asimismo, desarrolló la política sobre Kōiwi Tangata (restos humanos) del museo.

El apoyo del Estado a las iniciativas indígenas ha creado las condiciones para devolver la dignidad y el respeto a las comunidades maoríes y moriori.

Gracias al éxito y al legado de Maui Pōmare y otros líderes indígenas, el gobierno de Nueva Zelanda organizó una serie de reuniones tribales a finales de los años ‘90. El objetivo era conversar con las comunidades maoríes, entender los puntos principales sobre la repatriación de restos ancestrales en colecciones extranjeras y determinar las acciones requeridas para lograr su regreso a casa.

Como resultado de estas reuniones, se determinó una serie de acciones: involucrar respetuosamente tanto a los maoríes como a los moriori durante todo el proceso de repatriación; crear y brindar recursos a una organización que lidere dicho proceso; lograr que la administración, el proceso y la práctica sean consistentes con los protocolos y costumbres tradicionales de los maoríes y los moriori; y crear un depósito apropiado para los ancestros.

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Ceremonia para dar la bienvenida a la Toi moko repatriada desde Francia en 2012. Foto: Museo Te Papa

Subsanar las injusticias del pasado como forma de asegurar los derechos del presente

Subsanar las injusticias del pasado

Finalmente, en 2003, con un mandato para actuar como representante de la Corona, el Museo Te Papa estableció que el Programa de Repatriación Karanga Aotearoa se encargaría de repatriar los restos ancestrales de los maoríes y moriori, y las Toi moko. Existen seis principios que guían cómo debe conducirse este trabajo:

1. El rol del gobierno es ser facilitador (no puede reclamar la propiedad de kōiwi tangata).

2. La repatriación desde instituciones o individuos extranjeros se llevará a cabo solo con consentimiento mutuo.

3. No se realizará pago alguno por kōiwi tangata a instituciones extranjeras.

4. Se debe identificar que los kōiwi tangata provienen de Nueva Zelanda.

5. Los maoríes deben involucrarse en la repatriación de kōiwi tangata, incluso determinar el sitio de descanso final.

6. La repatriación del kōiwi tangata será realizada de una manera culturalmente apropiada.

Crucialmente, el Programa de Repatriación de Aotearoa está guiado por un panel de expertos integrado por ancianos maoríes y moriori, académicos y representantes de las comunidades afectadas.

Desde su creación en 2003, el Programa Karanga Aotearoa ha repatriado los restos de más de 700 ancestros maoríes y moriori de 14 países de Europa, América del Norte, el Reino Unido y la región de Asia-Pacífico.

Desde su creación en 2003, el Programa Karanga Aotearoa ha repatriado los restos de más de 700 ancestros maoríes y moriori Karanga Aotearoa ha repatriado los restos de más de 700 ancestros maoríes y moriori de 14 países de Europa, América del Norte, el Reino Unido y la región de Asia-Pacífico. Asimismo, más de 125 ancestros han sido devueltos a sus comunidades y descendientes.

A pesar de los numerosos desafíos políticos y legales que debió enfrentar Karanga Aotearoa durante décadas, finalmente, logró crear un camino para que los ancestros regresen a casa gracias a su imponente compromiso, su paciencia y su fuerte sentido del deber. En términos más prácticos, el camino a casa de estos ancestros y de los muchos que están por venir se crea a partir del respeto mutuo, el compañerismo y el compromiso para enmendar errores y buscar la reconciliación.

Es importante continuar apoyando y empoderando a las comunidades en su intento de reclamar a sus ancestros y a su herencia cultural, y de abordar las injusticias del pasado. Al hacerlo, podemos ayudar y asegurar que los derechos de los pueblos indígenas sean respetados y ratificados.

Te Arikirangi Mamaku-Ironside

Te Arikirangi Mamaku-Ironside es Jefe Interino de Repatriación del Museo Te Papa Tongarewa de Nueva Zelanda.