Con el lago Titicaca de testigo, mujeres indígenas de toda América Latina participaron del Primer Encuentro sobre Extractivismo, Minerales de Transición y Pueblos Originarios para compartir experiencias de resistencia frente a los intereses que invaden sus territorios como si fuesen zonas de sacrificio. Estas mujeres guardianas de la naturaleza, coincidieron que la lucha es colectiva y continental, subrayaron la urgencia de fortalecer alianzas y destacaron la necesidad de visibilizar estos conflictos a través de todas las plataformas posibles.
El lago Titicaca, con su inmensidad azul y sus orillas custodiadas por montañas sagradas, es mucho más que un cuerpo de agua. Representa un símbolo de vida, un espacio de memoria y un testimonio de la conexión profunda entre los Pueblos Indígenas de Abya Yala y la naturaleza. A sus aguas se encomiendan las oraciones, en sus reflejos se cuentan las historias y en su vastedad habita la fuerza ancestral de quienes lo han protegido por generaciones. No obstante, este espejo sagrado que une a Bolivia y Perú hoy refleja también las cicatrices de la explotación y la amenaza constante del extractivismo.
En Puno, los días 28 y 29 de noviembre, mujeres indígenas de distintos rincones de América Latina se reunieron para compartir sus voces, sus historias y sus resistencias en el Primer Encuentro sobre Extractivismo, Minerales de Transición y Pueblos Originarios, organizado por Cultural Survival. En el eco de sus palabras resonó un llamado común: defender los territorios, el agua y la vida frente a lo que muchas identificaron como una “tercera ola de invasión” de empresas extractivistas. Esta nueva arremetida, liderada por los intereses del mercado global en minerales de transición como el litio, amenaza no solo el equilibrio ecológico de los territorios indígenas, sino también las estructuras sociales, culturales y espirituales que los sostienen.
Una realidad que se repite
Llegada desde Jujuy (Argentina), Erika Cañari es una joven lideresa de la comunidad Pozo Colorado del pueblo Kolla. La dirigenta alzó su voz en defensa de las Salinas Grandes y el laguito Guayatayoc, territorios amenazados hoy por la extracción de litio: “Nuestras aguas se están contaminando, el suelo se seca y con él se mueren nuestras formas de vida. No solo luchamos por nuestro pueblo, sino por el agua que también es de ustedes, de todos”. A pesar de la represión y los hostigamientos que enfrentan, estas comunidades han trazado estrategias legales y de visibilización para frenar a las empresas. “Decidimos no callarnos. Presentamos amparos, denuncias y trabajamos con los medios de comunicación para que el mundo conozca nuestra realidad,” afirma en representación de los Pueblos Originarios.
En representación de Perú, la dirigenta de las Rondas Campesinas Antonia Quisocca recordó la lucha por Cajamarca frente al megaproyecto minero Conga: “Fueron 12 años de resistencia. Vivimos bajo estado de emergencia, rodeados de policías y militares. Hubo asesinatos, cientos de heridos, y nuestras voces fueron silenciadas y estigmatizadas por los medios”. Sin embargo, esta batalla dejó una lección poderosa sobre las historias de resistencia y la persistencia colectiva. “Nuestra fuerza estuvo en la organización. Las Rondas Campesinas se fortalecieron y aprendimos a incidir políticamente, a litigar y a movilizarnos en unidad. Al final, logramos que el proyecto fuera declarado contrario a los intereses de nuestros pueblos”, concluye Antonia.
“La comunicación ha sido una herramienta clave para resistir y para visibilizar nuestra lucha, porque nuestras voces no se apagan, y nuestra dignidad no se rinde”, enfatizó la periodista Martina Paillacar.“La comunicación ha sido una herramienta clave para resistir y para visibilizar nuestra lucha, porque nuestras voces no se apagan, y nuestra dignidad no se rinde”, enfatizó Martina Paillacar.
Por su parte, la voz de la periodista Martina Paillacar, mapuche de la región de Futawillimapu, trajo un eco de lucha desde las Grandes Tierras del Sur: en la Patagonia chilena las comunidades enfrentan la invasión de hidroeléctricas, pisciculturas, parques eólicos, inmobiliarias y proyectos mineros. “Nuestra tierra no es un lugar vacío para su desarrollo: es nuestro hogar y el hogar de nuestros ancestros. Hemos sufrido asesinatos, represión, allanamientos, militarización y prisión política. Nos criminalizan y nos llaman terroristas, pero somos quienes cuidamos lo que queda de la vida en estos territorios”, comparte en un tono que sintetiza nostalgia, resistencia y valentía.
En respuesta a estas agresiones, las comunidades mapuche han fortalecido su organización y participan activamente en espacios como el Colectivo de Comunicación Mapuche. Este medio conocido popularmente como Mapuexpress trabaja en la defensa de los derechos humanos de los pueblos originarios de Chile y la recuperación de sus territorios. “La comunicación ha sido una herramienta clave para resistir y para visibilizar nuestra lucha, porque nuestras voces no se apagan, y nuestra dignidad no se rinde”, explica Martina.
Entretejiendo narrativas de resistencia
A lo largo del encuentro, las mujeres coincidieron en que la Consulta Previa, Libre e Informada, consagrada en el Convenio 169 de la OIT, sigue siendo un derecho sistemáticamente vulnerado. “Nos hablan de desarrollo, de progreso, pero nunca nos consultan. Para ellos, nuestras tierras son zonas de sacrificio. Para nosotras, son vida, memoria, y futuro”, señaló una de las participantes de Bolivia. En este espacio de diálogo, las luchas locales se entretejieron con la resistencia continental, y se destacó la urgencia de fortalecer alianzas y visibilizar estos conflictos a través de todas las plataformas posibles.
El lago Titicaca, testigo de este encuentro, se convirtió en un símbolo de lo que está en juego. Contaminado y amenazado por el cambio climático, el lago representa el clamor de los Pueblos Indígenas por la justicia. Sus aguas, que alguna vez reflejaron la paz del cielo, ahora llevan las heridas de una crisis que amenaza a toda la humanidad. Sin embargo, en sus orillas, las mujeres de Abya Yala reafirmaron su compromiso inquebrantable de protegerlo, no sólo como un recurso, sino como un ser vivo que guarda el espíritu de sus pueblos.
En Puno, las voces de las mujeres indígenas tejieron una narrativa de resistencia que atraviesa fronteras. Desde Jujuy hasta Cajamarca, desde Futawillimapu hasta el lago Titicaca, el mensaje fue claro: la lucha por la vida y el territorio no es individual ni local, es colectiva y continental. En sus palabras, la fuerza de los Andes y del lago Titicaca se unieron para recordarnos que, aunque las olas del extractivismo sigan golpeando, los Pueblos Indígenas seguirán resistiendo con la dignidad y el brío que solo ellos conocen.
Wara Iris Ruiz Condori es activista ambiental aymara y estudiante del Programa de Periodismo Indígena y Ambiental (IWGIA/UPSA/ORE). Fundó Green Voices y la incubadora PACA, y promueve el acceso a información y la justicia ambiental en regiones amazónicas y andinas.