La elección de constituyentes reflejó un tremendo vuelco en la historia política del país. A la elección de 17 escaños indígenas reservados, se sumaron cuatro constituyentes indígenas electos en distritos regulares y la paridad género. La Constitución de Chile será la primera escrita por igual proporción de mujeres que de hombres. Por su parte, las fuerzas conservadoras no alcanzaron el tercio de los representantes que les permita vetar los acuerdos. Los pueblos originarios tienen presente que solo una plurinacionalidad desde abajo puede asegurar un camino más allá de la colonialidad.
La elección de constituyentes reflejó un tremendo vuelco en la historia política del país. A la elección de 17 escaños indígenas reservados, se sumaron cuatro constituyentes indígenas electos en distritos regulares y la paridad género. La Constitución de Chile será la primera escrita por igual proporción de mujeres que de hombres. Por su parte, las fuerzas conservadoras no alcanzaron el tercio de los representantes que les permita vetar los acuerdos. Los pueblos originarios tienen presente que solo una plurinacionalidad desde abajo puede asegurar un camino más allá de la colonialidad.
La elección constituyente realizada en Chile tuvo dos elementos únicos que la diferencian del resto de los procesos constituyentes democráticos llevados a cabo en el mundo: la paridad de género en la representación y la elección de 17 escaños reservados para representantes de los pueblos originarios, que representan el 11% de la Convención conformada por 155 integrantes. Los candidatos indígenas fueron presentados por las organizaciones y comunidades de los pueblos originarios, no en las listas de los partidos políticos.
El estallido social en Chile fue una ola de protestas entre el 18 de octubre de 2019 y marzo de 2020, cuando llegó al país la pandemia del Covid-19. Estas manifestaciones detonaron el inicio del proceso constituyente: el 15 de noviembre de 2019 las élites políticas reaccionaron con un acuerdo para posibilitar la reforma de la constitución vigente, instalada por la dictadura de Augusto Pinochet en 1980, a través de un plebiscito. Sin embargo, este primer acuerdo no contemplaba ni la paridad ni los escaños indígenas reservados, dos reformas que se adoptaron en marzo y diciembre de 2020.
Foto: Leandro Crovetto.
La conquista de los 17 escaños indígenas
Durante la reforma que realizó el Congreso chileno para reservar 17 escaños indígenas, los pueblos originarios volvieron a experimentar el racismo manifiesto de los sectores más conservadores de la sociedad, que pusieron todas las trabas posibles para evitarlo. Por su parte, la otra fuerza tradicional, la centroizquierda, mostró una vez más su indolencia: impulsó con debilidad el proyecto y recién reaccionó ante la presión social.
Los pueblos originarios decidieron mayoritariamente demandar los escaños reservados para participar del proceso constituyente. La articulación de las organizaciones fue amplia: la Identidad Territorial Lafkenche, la Asociación de Municipios con Alcaldes Mapuche (AMCAM), Ad-Mapu, la Plataforma Política Mapuche, el Consejo Nacional Aymara, el Consejo de Pueblos Atacameños, la Red Nacional Diaguita, el Consejo Chango, las comunidades Colla, Kawesqár y Yagán, los Honuy y el Consejo de Ancianos de Rapa Nui.
De modo opuesto, otras organizaciones del pueblo Mapuche prefirieron no participar, como el Consejo de Todas las Tierras o la Alianza Territorial Mapuche. Tampoco quisieron participar organizaciones que han defendido la violencia política para enfrentar al Estado chileno como la Coordinadora Arauco-Malleco y Weichan Auka Mapu.
“El riesgo era que la elección de los constituyentes reflejara el equilibrio de las fuerzas tradicionales: el predominio de dos bloques, uno de centroizquierda y otro de centroderecha, que nunca han defendido los derechos colectivos indígenas.”
“El riesgo era que la elección reflejara el predominio de dos bloques que nunca han defendido los derechos indígenas.”
Las organizaciones que decidieron participar en la Constituyente asumieron el riesgo y la responsabilidad por apostar a un proceso institucional que lograra la inclusión política de los pueblos originarios en un país que se caracterizó por ser muy retrógrado y refractario en el reconocimiento de los derechos indígenas. Si bien la posibilidad de que no se obtuvieran los escaños era muy alta, el riesgo era que la elección de los constituyentes reflejara el equilibrio de las fuerzas políticas tradicionales: el predominio de dos bloques, uno de centroizquierda y otro de centroderecha, que nunca han defendido los derechos colectivos indígenas.
Un resultado semejante habría comprometido las posibilidades de un acuerdo constructivo entre el Estado y los pueblos originarios en Chile. En ese caso, el mayor temor era que las fuerzas conservadoras alcanzaran un tercio de los representantes de la convención, un porcentaje que les habría permitido vetar los acuerdos, que deben adoptarse por dos tercios. Afortunadamente, esto no ocurrió.
Foto: Leandro Crovetto.
Una revolución en la historia política de Chile
A pesar de la angustia de que solo participó alrededor del 40% de las y los chilenos en condiciones de votar, sucedió un tremendo vuelco en la historia política del país. La paridad produjo que haya más representantes mujeres que hombres, al mismo tiempo que a los 17 escaños indígenas de distritos especiales, se sumó la elección de constituyentes indígenas elegidos en distritos regulares. De este modo, la representación indígena ascendió a 21 constituyentes sobre un total de 155, es decir, el 13,5%.
La mayor sorpresa fue el resultado global. Al mismo tiempo que se eligieron una gran cantidad de independientes; las fuerzas conservadoras solo llegaron al 24%, un porcentaje muy por debajo del tercio que necesitaban. Con ello, se esfumó cualquier posibilidad de veto a las grandes transformaciones constitucionales.
“La mayoría de los constituyentes electos está de acuerdo con un reconocimiento de los pueblos originarios que contemple la transformación del Estado hacia la plurinacionalidad.”
“La mayoría de los constituyentes electos está de acuerdo con la transformación del Estado hacia la plurinacionalidad.”
La mayoría de los constituyentes electos declaró que está de acuerdo con un reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios que contemple la transformación del Estado hacia la plurinacionalidad. Asimismo, coinciden en fortalecer la protección del medio ambiente, la autonomía de las regiones, la participación ciudadana, la igualdad de género, el equilibrio entre los poderes públicos y la servicialidad del Estado hacia las comunidades y territorios, en lugar de a las empresas privadas.
En particular, los constituyentes electos comprenden que uno de los rasgos de la construcción de poder en Chile consiste en su matriz colonial, basado en un racismo profundamente arraigado en las élites chilenas. Esta colonialidad está en sintonía con la naturaleza centralista, patriarcal y elitista del poder político chileno, de manera que una transformación democrática requiere también que la colonialidad sea desmontada de raíz en pos de una construcción plurinacional e intercultural de la gran comunidad política.
Foto: Leandro Crovetto.
Hacia el protagonismo de los pueblos originarios
La apertura hacia la plurinacionalidad de las fuerzas políticas en Chile representa el gran desafío de los pueblos originarios para convertirse, por primera vez, en protagonistas del proceso político. Para ello, los Constituyentes indígenas deben darle contenido a la plurinacionalidad dentro de la nueva Constitución e incorporar la visión indígena en los grandes temas que trasformarán al Estado chileno: los alcances de la autonomía indígena, las formas de representación política, la constitucionalización de la consulta previa, el pluralismo jurídico, la consagración de los derechos territoriales, culturales y lingüísticos, y, especialmente, la protección de los derechos de la naturaleza.
En segundo lugar, los Constituyentes deben asegurar que los órganos y procedimientos constituidos puedan garantizar los principios y derechos colectivos de una manera eficaz y con los controles adecuados. Las experiencias de la región latinoamericana están muy presentes en la conciencia de las organizaciones para evitar las falsas promesas, la retórica de derechos que no se vea acompañada de una redistribución efectiva del poder o el intento de esquivar la plurinacionalidad. Se debe evitar la domesticación de las demandas de los pueblos.
Más que nunca, los pueblos originarios tienen presente que solo una plurinacionalidad desde abajo, movida por el protagonismo político real y estable de los pueblos, puede asegurar que comencemos a transitar un camino más allá de la colonialidad. Esto está ocurriendo en un país muy aferrado al siglo XIX. Hoy, Chile está comenzando a abrirse hacia un nuevo futuro.
Salvador Millaleo es abogado, sociólogo Mapuche y profesor de la Universidad de Chile.