Argentina cuenta con una de las colecciones bioantropológicas más importantes y sensibles de América Latina. La mayoría de los restos que se encuentran en museos provienen de tehuelches y mapuches víctimas de la denominada “Conquista del Desierto”. Sin embargo, en línea con la tendencia internacional, en las últimas décadas los museos comenzaron a tener una actitud más receptiva ante los reclamos de las comunidades indígenas y hasta han adoptado políticas activas de restitución. De la mano de una legislación más actualizada, se han realizado restituciones colectivas; la devolución de los caciques Modesto Inakayal y Mariano Rosas; el retorno de un guerrero a la nación maorí y de dos Momias Guanches a la comunidad de Canarias.
En Argentina, el debate por los restos humanos de indígenas que forman parte de colecciones de museos se adelantó varias décadas en relación al resto de los países de la región y coincide con el inicio de las controversias suscitadas en otras latitudes.
Durante la década del ‘70, se registran los primeros pedidos de restitución de restos humanos a museos, efectuados tanto por descendientes de indígenas como por personas sin adscripción étnica. Los reclamos se interrumpieron durante la dictadura militar (1976-1983) y se reiniciaron con el retorno de la democracia. Una serie de circunstancias coadyuvaron a propiciar esta situación, entre las cuales se destacan la manera en que se conformaron las colecciones desde fines del siglo XIX y, el contexto social y político generado por el final del último gobierno militar.
Argentina cuenta con una de las colecciones bioantropológicas más importantes y sensibles de América Latina, compuesta por esqueletos y cráneos de tehuelches y mapuches que fueron recolectados de los campos de batalla y de sus tumbas a fines del siglo XIX. Esta colección fue el resultado de la “Conquista del Desierto”: una guerra ofensiva contra los pueblos indígenas de las regiones pampeana y patagónica realizada por el gobierno en 1879. A esta acción militar le siguió la “Conquista del Chaco” en la selva nororiental llevada adelante a partir de 1884.
Por tanto, la mayor parte de estas colecciones están formadas por restos humanos de Argentina y, en segundo lugar, de otros países sudamericanos. A diferencia de lo que ocurre en otros países, los restos de otras partes del mundo son excepcionales y, los que hay llegaron como parte de mecanismos de intercambio entre museos o por compra.
Líderes indígenas reunidos con el entonces Presidente Raúl Alfonsín. El retorno de la democracia en 1983 contribuyó a ampliar los derechos indígenas. Foto: UNL
Museos, intercambios y restituciones
A fines del siglo XIX, los restos humanos indígenas de diferentes partes del mundo se intercambiaron entre los museos como si fueran mercancías. Probablemente, los cráneos patagónicos fueron utilizados por los museos nacionales como un medio para estrechar relaciones con otras instituciones de ultramar con las cuales los investigadores mantenían redes académicas. La mayoría de los restos provenían de investigaciones en el terreno, pero también existían mecanismos de compra por catálogo a casas de subastas internacionales para proveerse de las piezas más buscadas. También se recibían donaciones, muchas veces anónimas, de benefactores que compraban los restos para los museos. Así se formaron estas colecciones de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX que constituyen, muchas veces, un incómodo legado para los museos contemporáneos.
Dos grandes museos argentinos reunieron las colecciones de restos de personas indígenas más importantes: el Museo de La Plata y el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires. El primero se convirtió en el foco de los reclamos por albergar a los restos pertenecientes a los caciques indígenas que lideraron la lucha contra el Ejército Argentino.
En 1991 y 2000 se sancionaron dos leyes especiales de restitución de restos humanos de identidad conocida que los desafectaban del dominio público del Estado.
Durante décadas, las autoridades del Museo de La Plata se negaron a devolver estos restos humanos alegando motivos legales. Según esta versión, se trataba de bienes del dominio público del Estado conforme a la normativa vigente (que le da ese estatus al patrimonio arqueológico), mientras que los descendientes reclamantes carecían de documentación para probar legalmente el parentesco por consanguinidad. Finalmente, en 1991 y 2000 se sancionaron dos leyes especiales de restitución de restos humanos de identidad conocida que desafectaban estos restos humanos del dominio público del Estado: el argumento central de la normativa fue el de la reparación histórica.
A partir de este nuevo marco legal, en 1994 se efectivizó el retorno del cacique tehuelche Modesto Inakayal a sus descendientes en Tecka, provincia de Chubut, (ordenado por Ley N° 23.940 de 1991). El cacique fue enterrado en un mausoleo construido ad hoc luego de recibir honores militares y rituales indígenas. Asimismo, en 2001 los restos del cacique Mariano Rosas fueron devueltos a la comunidad Rankülche de la provincia de La Pampa (conforme a lo establecido en la Ley N° 25.276 de 2000).
En 1994, a más de un siglo de su muerte ocurrida en 1887, el Museo de La Plata devolvió los restos de Modesto Inakayal. En 2014, se efectuó una restitución complementaria y se restituyeron los restos de su esposa y de Margarita Foyel. Foto: Archivo Histórico Museo de La Plata
Los cambios normativos tras el retorno de la democracia
En 2001, la promulgación de la Ley 25.517 eliminó el obstáculo legal al establecer que los museos deben poner a disposición los restos humanos que formen parte de sus colecciones a aquellos “pueblos indígenas y comunidades de pertenencia que los reclamen”. También exige que los restos humanos de indígenas deben “ser tratados con el respeto y la consideración que se brinda a todos los cadáveres humanos” y que “todo emprendimiento científico que tenga por objeto a las comunidades aborígenes, incluyendo su patrimonio histórico y cultural, deberá contar con el expreso consentimiento de las comunidades interesadas”.
En 2010, el Decreto N° 701 otorgó al Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) la facultad de coordinar, articular y asistir en el seguimiento y cumplimiento de la Ley 25.517. En consecuencia, el INAI debe actuar en coordinación y colaboración con otros organismos relevantes en este campo, en especial con el Instituto Nacional de Antropología.
Historias como las de Inakayal y algunos de sus familiares, que vivieron sus últimos años en el Museo de la Plata, siguen generando estupor y horror hacia un modelo de ciencia que ya ha perimido.
Además, el INAI tiene la responsabilidad de participar en las solicitudes de restitución de restos provenientes de los pueblos indígenas mediante un acto administrativo en el que se detalle los antecedentes históricos, étnicos, culturales, biológicos y de legítimo interés. A su vez, debe emitir opinión ante conflictos de intereses y recabar informes sobre los emprendimientos científicos que tengan por objeto a las comunidades aborígenes. Finalmente, tiene la potestad de evaluar el cumplimiento de la ley y proponer instrumentos adicionales o correctivos que resulten necesarios.
Estos cambios normativos se dieron en el marco de un proceso de afirmación de los derechos indígenas iniciado en 1985, que finalmente se plasmó en la reforma constitucional de 1994 con el reconocimiento de su preexistencia étnica. A ello se suma el acompañamiento de una sociedad sensibilizada con las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar, que percibió desde la misma óptica las historias de los cuerpos de los caciques guardados celosamente en los museos. Historias como las de Inakayal y algunos de sus familiares, que vivieron sus últimos años en el Museo de la Plata (donde luego de su muerte pasaron a formar parte de su colección), siguen generando estupor y horror hacia un modelo de ciencia que ya ha perimido, pero que sigo afectando su imagen pública.
El 22 de junio de 2001, en las afueras del Museo de La Plata, se realizó una ceremonia por la restitución de los restos del cacique Mariano Rosas. Sus restos fueron enterrados en La Pampa. Foto: Fototeca Bernardo Graff
Cráneos, momias y restituciones colectivas
En los últimos años, se multiplicaron las restituciones de restos humanos que eran parte de antiguas colecciones de museos, así como los que han sido excavados en el marco de investigaciones arqueológicas o situaciones de rescate en las que intervinieron arqueólogos o bioantropólogos. En algunos casos, el proceso fue originado por reclamos de grupos o comunidades indígenas, pero en otros, se debió a la iniciativa de curadores o investigadores.
Las restituciones de restos humanos de identidad conocida, como los cráneos de los líderes indígenas que se encuentran en el Museo de La Plata o en el Museo de la Patagonia, han sido las que captaron la atención de los medios de comunicación. Sin embargo, también ha habido restituciones a las comunidades de origen de restos humanos de identidad desconocida, algunas de carácter colectivo como es el caso de 50 individuos devueltos por el Museo Tello de Viedma a la comunidad mapuche-tehuelche de la provincia de Río Negro en 2012.
En 2003, dos Momias Guanches que habían sido adquiridas por un coleccionista particular a principios del siglo XX fueron restituidas a Tenerife, Islas Canarias, por el municipio de Necochea.
A las restituciones efectuadas por museos se suman también las realizadas por institutos de investigación: en 2013, el Centro Nacional Patagónico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) devolvió 13 individuos hallados en un rescate arqueológico al pueblo Mapuche-Tehuelche. La mayoría de los restos devueltos fueron entregados o enterrados en territorio argentino, aunque también hubo tres restituciones a otros países. En 2003, dos Momias Guanches que habían sido adquiridas por un coleccionista particular a principios del siglo XX fueron restituidas a Tenerife, Islas Canarias, por el municipio de Necochea.
De igual manera, en 2004, el Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti” de la Universidad de Buenos Aires repatrió la cabeza momificada de un guerrero (toi moko) a la nación maorí de Nueva Zelanda, mientras que el Museo de La Plata entregó en 2010 el cuerpo de Damiana o Krygi a la comunidad Kuêtuwyve de Paraguay. Posteriormente, en 2012, su cráneo fue enviado a Paraguay, luego de que la Cancillería Argentina lo recuperara de Alemania, adónde había sido enviado para su estudio décadas atrás.
El traslado de las Momias Guanches al Museo de Tenerife fue plasmado en el documental “Crónica de un regreso”. Foto: Política Necochea
El debate sobre un modo de hacer ciencia
El rol de los museos y los arqueólogos vinculados a los restos humanos que fueron objeto de estudio se volvió un tema de debate en la academia desde fines de la década del ‘80. Una parte importante de las discusiones se dieron en el seno del World Archaeological Congress. Para comienzos del siglo XXI, en línea con el código de deontología del Consejo Internacional de Museos (ICOM), los principales museos ya habían generado cambios en sus políticas sobre el tratamiento de restos humanos.
En consecuencia, los restos fueron retirados de las exhibiciones, mientras que los museos comenzaron a tener una actitud receptiva ante los reclamos de las comunidades. Al mismo tiempo, los profesionales de la museología, la arqueología y la antropología biológica adoptaron códigos de ética en relación con los restos humanos. En Argentina, el tema fue objeto de una declaración especial como resultado de un foro celebrado entre arqueólogos y pueblos originarios en Río Cuarto en 2005. En los últimos años, se intensificaron las restituciones voluntarias de los museos e instituciones científicas. En ese marco, tanto el Museo de La Plata como el Etnográfico han adoptado políticas activas.
Pese a la envergadura de la transformación alcanzada, todos estos cambios legales, museísticos y científico-académicos, que han surgido en torno a la problemática de la restitución de restos humanos apropiados en nombre de la ciencia, no han sido suficiente para sanar el trauma que ha generado en las comunidades indígenas. Sentar las bases para una relación más igualitaria y significativa entre museos, investigadores y pueblos indígenas, sin duda, marcará la agenda de las próximas décadas.
María Luz Endere es Investigadora Principal del CONICET y, profesora de Legislación y Manejo de Recursos Culturales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). Contacto: mendere@soc.unicen.edu.ar